En el bandoneón mueve los dedos tan rápido como los pulgares en el teclado de su teléfono inteligente, al servicio del WhatsApp o de las redes sociales. Compone tangos propios, y el primero al ritmo del 2x4 lo hizo en clase de matemáticas.
Lisette Grosso Schmid; un disco (Cantar es vivir) con el que llegó a dos nominaciones a los premios Gardel; muchas clases de bandoneón con el maestro Carlos Nieto, de canto con Norma Rizzo, de locución con Mario Luna; está aprendiendo dos idiomas, y quiere aprender dos más; tiene oído absoluto; compone e interpreta; es ahijada artística de Raúl Lavié.
Lisette ha sorteado varias dificultades: por ejemplo, la difícil tarea de cantar y tocar el bandoneón al mismo tiempo, algo que pocos pueden hacer (el maestro Rubén Juárez fue uno de los grandes exponentes de esa habilidad). Ella lo hizo sin darse cuenta: mientras ensayaba con el bandoneón, le contaba a sus padres las cosas de la escuela. Conclusión: “Si podía hablar mientras tocaba, por qué no cantar”.
Hacer sencillo lo complejo parece una constante en ella: en una clase de matemáticas, cuando repasaban un tema ya visto, se puso a escribirle al tango. No un tango, al tango como si fuera una persona.
“Eran las 7.30 de la mañana, y me puse a escribir en el cuaderno de tareas, con el tango personificado: empecé a decir ‘el señor que viene caminando, de él todos hablan, cuchicheando’. Con la letra me iba saliendo la melodía, en clase. Después llegué a mi casa y me daba un poco de vergüenza mostrarlo. Pero ahí está. No voy a ser jamás como Manzi o Discépolo, pero escribí lo que sentí en Eterno tango”.
Invitados: Somos Tango y Guillermina Gavazza. |